Los conductores que transitan por la avenida 27 de febrero de Santiago de los Caballeros, ciudad situada al Norte de Republica Dominicana, siempre andan con nervios, temerosos y con el grito al cielo.
No se trata de que salgan de entre la tierra fantasmas que asustan a quienes se desplazan por esta congestionada vía, sino que por aquí “concha” una ruta de guagua que la gente le llama “La Banderita”.
Son cajones grandes y viejos, desahuciados en otras naciones, propulsores en su mayoría de grandes bocanadas de humo negro, que dejan sin respiración ni visión a cualquiera, a lo que se suma el molestoso ronquido de sus motores.
Estos tormentosos demonios, para colmo, casi en su generalidad son manejados por jóvenes que se desplazan a velocidades temerarias, como sino no se tratara de una vía céntrica muy usada y de muchos riegos.
Solo hay que detenerse por un momento, observar cómo esos jóvenes manejan dichas chatarras y las acrobacias que suelen hacer para competir por los pasajeros.
Parecería que no tienen claro lo que se llama prudencia y que, tal vez por la adrenalina que brota de sus venas, confunden los almatrostes que conducen con un “carrito del concho” o en el fondo a lo mejor piensen o se consideran como “motoconchitas”.
Las banderitas empujan para abrirse paso a como dé lugar entre los demás vehículos. Uno de sus principales recursos para lograrlo, es hacer sonar muy deportivamente su estruendosa bocina y moverse entre los obstáculos como si se tratase de una bicicleta.
Sus conductores gustan desplazarse por el carril izquierdo para lograr mayor agilidad, pero cuando hay que “montar pasajeros”, suelen hacer cortes y giros irresponsables en busca del carril derecho.
Por motivo de las “habilidades” muy particulares de estos demonios, los conflictos y accidentes son frecuentes. Naturalmente, ninguna autoridad se mete con esos asuntos y, mientras tanto, en la importante avenida 27 de febrero de Santiago de los Caballeros el demonio tiene otro nombre, “La Bandetrita”.