Entre final de primavera e inicio del verano, las calles y patios de República Dominicana se pueblan de arrebatados colores, cargados de belleza y tan intensos como el fuego, que, para deleite exquisito, nos regala el flamboyán.
Es un espectáculo teñido de rojo que invita a posar la mirada para disfrutar un regalo de la naturaleza, una obra de arte que refresca el alma y alimenta la existencia del más insensible de los mortales.
El flamboyán nos asalta con su algarabía para estos tiempos y nos regala frescura visual sinigual, justo en una temporada cuando el calor se hace insoportable.
En nuestro país este árbol, nativo de Madagascar, tiene una fuerte presencia en ciudades como Santo Domingo, capital de la Republica, Santiago de los Caballeros y en La Vega, así como en otras muchas, esta última también conocida como “la Ciudad de los Flamboyanes”.
La Vega es uno de los puntos de la geografía nacional donde más abunda el flamboyán, destacándose el hecho de que existe una larga avenida solo poblada con esta especie, lo que para la temporada de florecimiento, se convierte en un atractivo que no se puede evitar y que provoca la visita de muchos que se trasladan para gozar del espectáculo solo visible en verano.
Aunque existe una variedad de colores que abarca el amarillo, anaranjado, blanco y el rojo, es este último el que más abunda en dominicana y sin duda, el que con mayor insistencia provoca la atención por lo deslumbrante de su belleza y por lo intensa que se hace su presencia.
No sin razón este derroche natural, este asalto a la vista humana, es considerado por mucho como una obra de arte que la naturaleza regala para el disfrute pleno.
El flamboyán se ha convertido en motivo y musa preferida por artistas, poetas y pintores, que plasman su sentimiento particular en obras de diversos géneros de las que disfrutados todos.
El espectáculo que encarna su colorido de fuego se hace común para esta época en muchos países tropicales y subtropicales, entre los que tiene Republica Dominicana la dicha de estar.