El orgullo de haber nacido o llevar sangre de quienes nacieron en el terruño caribeño que es República Dominicana
El dominicano es un pueblo heroico. Un pueblo que ha librado tres guerras de independencia.
La primera fue la que se inició el 27 de febrero de 1844 y que culminó con la expulsión del imperio haitiano que bajo el mando del general Jean-Pierre Boyer ocupó el 9 de febrero de 1822, lo que entonces, de hecho, era una colonia española abandonada a su suerte.
La segunda guerra de independencia fue una confrontación cruenta con el imperio que desde finales del siglo XV y XVI colonizó y dirigió los destinos de la mayoría de los territorios que conformaron a la América del Sur, buena parte de la América del Norte, del Caribe y de Centroamérica.
Nos referimos al Imperio Español, a quien el traidor Pedro Santana le devolvió el 18 de marzo de 1861, en calidad de anexión, el territorio que desde 1844, ya albergaba el sentimiento digno de la nacionalidad dominicana.
La tercera guerra independentista fue la que se derivó de la guerra civil del 24 de abril de 1965, cuando tuvo lugar la segunda invasión militar de los Estados Unidos de América, hecho acaecido justo 4 días después de iniciada la revolución abrileña que procuraba el retorno a la constitución del derrocado gobierno del profesor Juan Bosch, ocurrido el 25 de septiembre de 1963.
El arribo de más de 44 mil marines, principalmente, estadounidenses, autorizados por la Organización de Estados Americanos, OEA, convirtió entonces, lo que fue una guerra cívico militar, en una nueva guerra patria, en la que quedó demostrado el indomable espíritu bravío de los hombres y mujeres de esta media isla que nada en las aguas del Atlántico y el Caribe.
Este jueves 16 de agosto, se cumplió otro aniversario de la mayor confrontación armada que conoce la historiografía criolla, ocurrida en el siglo XIX, nada más, y nada menos, que contra lo que fue el poderoso imperio español.
El suscinto recuento histórico de la lucha por su libertad es la causa, por la que decimos que el pueblo dominicano es un pueblo heroico.
La creación de la primera República y, por ende, de la identidad dominicana fue el resultado de una lucha decidida y firme en la íntima convicción duartista de que lo que a la sazón era una colonia de Haití, podía y le asistía el albedrio de la independencia soberana.
Las espadas de José Cabrera, Gaspar Polanco, Manuel Rodríguez Objío y Gregorio Luperón, entre otras figuras estelares de aquella epopeya reafirmaron en los diferentes escenarios combatientes la valentía irreductible de la dominicanidad que vivirá en los mil veces, honorables corazones de quienes, nacieron, nacerán y llevarán por siempre la sangre y el orgullo infinito de haber nacido, en ese terruño caribeño.
El autor es periodista y escritor.