REVOLTILLOS
Es una obligación limpiar a Santiago, no un acto generoso del “líder”
Demagogia, manipulación y populismo encarnan tres de los bichos que mejor retratan la democracia como sistema político. Y todavía mucho mejor, cuando se trata de las democracias tercermundistas donde muchos políticos y gente en el ejercicio del poder, en aras de justificarse y justificar sus deficientes mandatos, explotan las situaciones de vulnerabilidad e ignorancia que tipifican a gran parte de los gobernados, para lo que recurren a trucos propagandísticos y campañas mediáticas con altas cargas persuasivas. Solo en el contexto de una realidad como la expuesta, cobra sentido el hecho de que se les exija a los ciudadanos venerar, vanagloriar y hasta endiosar, a un funcionario que, como el caso de Abel Martínez, apenas ha cumplido tímidamente la obligación que asumió ante los munícipes una vez se convirtió en síndico de Santiago. Es que fueron tan deficientes algunas de las administraciones anteriores en materia de higiene de la ciudad; tan bochornosos sus fracasos en la gestión de recogida de la basura y tan comunes y odiados los grandes bolsones de desperdicios tirados por doquier, que hora resulta fácil inducir a la gente, hacerle creer que lavarle la cara a la entrada de la ciudad, es una obra extraordinaria, un verdadero acto de magia, una conquista que nadie logró y ante la que debemos arrodillarnos porque solo pudo ser alcanzada por el gran genio de Abel Martínez. Todo es obra de la manipulación a la gente porque no se está supuesto a rendir pleitesía a ningún funcionario por el hecho de que medianamente cumpla sus obligaciones. Su obra no es un regalo personal, no es nada que debamos aplaudir, no se trata de una bondad generosamente concedida, es tan solo la obligación con la municipalidad que pone en sus manos 1,500 millones de pesos cada año para que haga las realizaciones necesitadas y esperadas. Tiene que quedar claro que el síndico de Santiago, como cualquier otro del país, no fue votado para otra cosa que no sea cumplir con las funciones y obligaciones que le dicta la ley. Y si así se comprende, entonces no hay que aplaudirle porque lave la cara de la ciudad, sino exigirle que la limpie y mantenga limpia por completo porque para eso el pueblo le concede poder y dinero. Así de simple.
Las costosas primarias de los partidos políticos
No creo que haya nadie más a quien la democracia le resulte tan costosa como a la gente del pueblo. De sus costillas se extraen los cuantiosos recursos de que precisa el sistema para la operatividad de su voluptuosa estructura burocrática y semi funcional. Pienso que uno de los mejores ejemplos para graficar lo expresado, se sintetiza en el anuncio de que los partidos políticos de República Dominicana se gastarán alrededor de 1,500 millones de pesos para montar sus procesos de primarias internas con miras a la escogencia de los candidatos que deberán presentar para las elecciones del 2020. Si bien molesta el hecho de que esa gran cantidad de dinero, que bien pudiera destinarse a cosas más útiles para el país, se gaste en asuntos de esa naturaleza, lo que más irrita es el hecho de que esos negocios privados que llevan el nombre de partidos políticos, tan solo aportarán 200 millones de pesos. No se sabe a ciencia cierta sobre qué base racional y legal la Junta Central Electoral hizo tan gentil concesión a esas corporaciones, porque el articulo 47 de la Ley 33.18 establece que “Los recursos para organizar el proceso de las elecciones primarias de los partidos, agrupaciones y movimientos políticos para elegir los candidatos a los distintos cargos de elección popular en las elecciones ordinarias serán deducidos, previo acuerdo con las organizaciones políticas, del aporte económico que proporciona el Estado a los partidos, independientemente de los aportes de la Junta Central Electoral en naturaleza y logística”. Sin embargo, la JCE pactó en apenas 200 millones la cifra a ser aportada por estas entidades, a pesar de que este 2019 recibirán la friolera de 1,506 millones de pesos. La gente no tiene ni la menor idea del destino que toma ese dinero que, vía el Estado, entrega a los partidos políticos, aunque sí sabe con certeza que, de estos, como mucho, apenas algunos mantienen un local abierto en la capital del país. Pero… ellos son la chulería que avalan lo bueno que es vivir en democracia.
Las singularidades del régimen de Pensiones en República Dominicana
Antonio Taveras, el presidente de los hombres de empresas e industrias del sector Herrera, nueva vez hizo sonar su voz certera y crítica al analizar el modelo actual del sistema de pensiones en República Dominicana. Tras considerarlo “perverso y desconsiderado”, advirtió que los trabajadores que finalmente serán pensionados, apenas recibirán el 30 por ciento del sueldo vigente lo que disminuiría su calidad de vida y pudiera provocar una reducción de su expectativa de existencia. Antonio Taveras reveló que será en 10 años cuando entren los primeros pensionados del sistema, por lo que sugirió que los sectores empresarial, político y laboral se sienten a la mesa de negociación y busquen soluciones que eviten la ocurrencia de un estallido social. La alarma que el dirigente empresarial hace sonar se justifica por múltiples razones, pero más que todo, por lo injusto y desproporcionado del modelo de seguridad social que nos gastamos. Y no son palabrerías, si lo que recibirán los trabajadores tras haber cotizado por más de 30 años alcanzará apenas el 30 por ciento, hay que interpretar que, para recibir 10 mil pesos al mes de pensiones, un trabajador debió haber terminado su ciclo con un salario superior a los 30 mil pesos mensuales. ¿Y cuántos trabajadores ganan 30 mil pesos mensuales en el país? Está claro que, debido al injusto régimen de distribución del dinero generado por las cotizaciones, el trabajador dominicano recibirá de pensiones un chilata que no le alcanzará ni para comprar sus aspirinas. Mientras eso ocurre, solo en el año 2017, las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) tuvieron ganancias exactamente de 3 mil millones 33 mil pesos, 250 millones de pesos por mes, sin hacer absolutamente nada que no sea “administrar” los más de 520 mil millones en la actualidad acumulados. Está bien admitir que vivimos en un capitalismo desalmado, en un sistema tipificado por la inequidad económica y social, pero nada justifica tanta perversidad y desconsideraciones hacia el ente principal de generación de la riqueza, el humilde trabajador.