Con la investidura de 280 nuevos profesionales, la Universidad Acción Pro Educación y Cultura (UNAPEC) celebró su décima sexta graduación.
En el acto el estudiante meritorio César A. Guillén quien se investía de la escuela de ingeniería por su calificación le correspondió el honor de pronunciar el discurso a nombre de sus compañeros.
En sus palabras, Guillén hizo énfasis en los problemas que por la falta de una educación enfocada en la enseñanza y los valores hoy destruye la sociedad dominicana.
Dijo que la culpa no es del gobierno ni de los padres sino de todos.
A continuación, el discurso pronunciado por el ingeniero César A. Guillén:
Señoras y señores:
Para mi representa un altísimo honor haber sido escogido para representar a todos los graduandos en esta importantísima y solemne ceremonia, esta es sin resquicio de duda, una de esas oportunidades que pocas veces se nos presentan en la vida.
Entre académicos, profesionales, intelectuales, amigos y familiares, como los que hay en este escenario, no quisiera agobiarles con un discurso cargado de citas y planteamientos teóricos, harto conocidos por la mayoría de nosotros, más bien preferiría aprovechar la ocasión para reflexionar en voz alta con ustedes algunos temas, que he considerado de vital importancia para el futuro, no solo de los 280 que hoy nos estamos graduando, sino también para todos los que anhelan vivir en una mejor sociedad y sienten el compromiso de dar todo lo que fuere posible, para que esto suceda.
La República Dominicana, de aproximadamente 175 años de edad, incluyendo todas las amenazas de aborto, ocupando las dos terceras partes de una isla en la que convive con uno de los países más pobres del planeta, con el que además compartimos una historia de 526 años, y ubicada en el centro de las Antillas y de todo el continente americano, en palabras de Pedro Mir, un país colocado en el mismo trayecto del sol.
Un pedazo de isla que ha sido idealizado por los padres de la patria desde sus orígenes, como una nación libre, soberana, e independiente. Dicho esto, quisiera invitarles a reflexionar sobre lo siguiente: ¿Por qué la República Dominicana a pesar de su avanzada edad, provista de tan nobles ideales, una ubicación geográfica envidiable, una inmensa variedad de recursos naturales y un cuantioso inventario de profesionales al más alto nivel en todas las áreas del saber, tiene aún como nación, una deuda social acumulada tan importante? ¿Por qué los esfuerzos del Estado en materia de educación, e incluso el avance de las tecnologías, no producen ciudadanos con el perfil de egreso que hoy está requiriendo nuestra sociedad? Deberíamos aspirar a que, por medio de la educación, el Estado convierta a nuestros niños y jóvenes, en el ciudadano con las competencias, los principios y los valores que encarecidamente estamos necesitando.
Ya lo sabía Platón hace más de 2,300 años, cuando decía que el objetivo de la educación es la virtud y el deseo de convertirse, en un buen ciudadano. A menudo escuchamos a mucha gente decir, quizás con sobrada razón, que lo que nos está haciendo falta es la educación del hogar, que es allí donde deben aprenderse los valores, los buenos modales, las buenas costumbres, las ideologías, los límites, etc. Y que la escuela está para enseñar sobre matemáticas, historia, biología, lengua española, entre otras ciencias.
Esta afirmación, parecería ser una verdad de Perogrullo, sin embargo, ¿nos hemos detenido a pensar, que ese hogar al que se hace referencia, la sociedad moderna lo ha desmantelado? ¿Que en la familia promedio de hoy día, como consecuencia del alto costo de la vida, ahora también la madre como el padre debe salir a trabajar y que en ocasiones es solo uno de ellos el que carga con toda la responsabilidad? ¿Que muy pocas familias se reúnen para almorzar juntos como ocurría en otros tiempos? ¿Que ya no es necesario pelearse por el televisor porque todos en casa tienen el suyo propio o en su defecto algún dispositivo electrónico similar, donde puede ver lo que quiere y cuando quiere? incluyendo a los menores de edad conocidos como nativos tecnológicos, que, como una secuela de la modernidad, ahora tienen acceso a todo tipo de contenidos sin que los padres puedan tener absoluto control sobre ello. todos los que en algún momento hemos aceptado como bueno y valido, que es el hogar y no la escuela el que debe cargar con el mayor peso de la educación formativa, estamos pensando en lo que suena lógico, no así en lo que es práctico.
Estamos sencillamente apelando al mal hábito de encontrar el culpable en lugar de resolver el problema. Si convenimos finalmente que la educación es uno de los pilares fundamentales en los que descansa la paz, el bienestar y la prosperidad de una sociedad, y que es además responsabilidad de todos garantizarla, El Estado, que somos todos, tiene el deber inminente de implementar vigorosamente políticas públicas que, o fortalezcan la familia como la primera y más importante institución de la sociedad, o se enseñe en las escuelas de hoy aquello que una vez aprendimos en los hogares de ayer.
No estoy con esto sugiriendo que se libere a los padres de su responsabilidad frente a los hijos, sino más bien que sean respaldados, en lugar de ser condenados.
Un niño mal educado hoy, es un problema que la sociedad deberá enfrentar mañana. Es alarmante decir, además, que en lo que respecta al rendimiento académico, los resultados no son alentadores. La realidad es que conforme a los estudios presentados por el propio Ministerio de Educación y otros realizados por reconocidos organismos internacionales, es mucho todavía lo que debemos recorrer para alcanzar al menos niveles aceptables.
He querido traer a la conciencia colectiva de todos nosotros esta breve reflexión, porque la Educación, cuando está presente, es probable que sus efectos pasen desapercibidos; sin embargo, cuando no está, cuando hace falta, cuando es limitada, el efecto sobre la vida de los pueblos es sencillamente devastador.
La falta de una educación apropiada, sea esta formativa o académica, es la responsable de que no se respeten las leyes; de que vivamos en medio de la inseguridad; de que no tengamos respeto por la vida de nuestros conciudadanos; de que no sepamos ni entendamos cómo funciona el gobierno; de que manejemos nuestras finanzas de manera irresponsable; de que seamos corruptos; de que no respetemos el medio ambiente; de que nos enfermemos más; de que no sepamos en determinados momentos incluso decidir sobre aquello que más nos conviene; la falta de educación señoras y señores, es en definitiva la responsable de que seamos menos felices de lo que merecemos ser y agrede sin piedad nuestra dignidad como Seres Humanos.
Para todos nosotros, los que se gradúan por primera vez y los que ya lo hicimos en otro momento, este es un día muy especial, porque sentimos la inmensa satisfacción por la meta que hemos alcanzado, por el deber que hemos cumplido y por el sueño que hemos realizado.
Muchas de las cosas que hemos aprendido para merecer este título, no las utilizaremos en ningún momento de nuestras vidas, solo nos han servido para probar destrezas, acumular conocimientos y ejercitar nuestras habilidades cognitivas.
Es aquí donde la educación adquiere su mayor esplendor y fortaleza, y ahora parece tener sentido todo en cuanto hemos explicado, y Burrhus F. Skinner, autor estadounidense, lo explica de la siguiente manera: “La educación es lo que sobrevive cuando todo lo aprendido, ha sido olvidado”.
Es mucho lo que hemos tenido que sacrificar y cuantiosos los obstáculos a superar para llegar hasta aquí. Nuestras familias, la sociedad, la universidad, renuevan sus esperanzas a través de nuestro logro, y aspiran a que seamos profesionales en el más estricto sentido de la palabra.
Este pergamino que hemos recibido, no nos hace todavía profesionales; la profesión es un proceso que nunca termina.
Hoy no estamos aquí concluyendo una carrera, esos asientos en los que estamos sentados son solo nuestras marcas, al finalizar esta ceremonia sonará el disparo y tendremos que correr, porque la verdadera carrera apenas comienza.
Un acontecimiento similar ocurre cuando cerca de 250 millones de espermatozoides compiten en una carrera para alcanzar el único óvulo maduro que habita en el interior de la mujer, y así producir lo que conocemos como fecundación.
Tres grandes lecciones, nos da la madre naturaleza a través de este proceso. Primero, el derecho a la vida no es gratis, primero tenemos que ganar la carrera; segundo, es mucho mayor la victoria si podemos combinar nuestros logros con los de otros. El espermatozoide y el óvulo por si solos, son solo células condenadas a morir en cuestión de horas; y tercero, todos los seres humanos llegamos al mundo con una medalla de oro colgada del pecho, haciéndonos ganadores por defecto.
Quiero finalmente, frente a las autoridades universitarias y todos los aquí presentes, en nombre de mis compañeros graduandos, reafirmar, revalidar, reiterar, asegurar, certificar, ratificar y consagrar el solemne compromiso de poner en lo más alto el nombre de la universidad, y jamás, bajo ningún concepto ni pretexto defraudarles a ustedes, defraudarnos a nosotros mismos, ni defraudar a Dios, en cuya Fe nos encomendamos para que nos guíe con su inmensa sabiduría por el camino que conduce al lecho donde reposan los grandes hombres que ha parido la humanidad.
El Profesor Juan Bosch lo planteaba de la siguiente manera, cito: “El deber del hombre, como ser individual y como ser social, es convertir en hechos aquello en lo que cree, y debe cumplir ese deber, aunque sepa que a él no le tocará, como dijo Martí, sentarse a la sombra del árbol que siembra”. Fin de la cita.
A mis compañeros de promoción, a todos los profesores, a las autoridades, a nuestros amigos y familiares aquí presentes, a UNAPEC por confiar en Santiago, por confiarme este honor, ¡Muchísimas gracias, y que Dios nos bendiga a todos!
Ing. César A. Guillén