Desde mucho tiempo atrás, en la medida en que la producción pecuaria nacional ha ido creciendo, muchas voces se han elevado a favor y muchos intentos se han llevado a cabo para promover y fomentar el cultivo de maíz en grano, el cual es el ingrediente principal para la formulación de las raciones utilizadas en la alimentación de pollos de engorde, gallinas ponedoras, cerdos y en menor medida, el ganado vacuno de leche.
La gran demanda de maíz como insumo para la producción pecuaria alcanza un volumen de importación de alrededor de 1 millón 200 mil toneladas métricas anuales, especialmente desde Estados Unidos, lo que se convierte en argumento válido para aquellos que entienden que el país debe producir una gran parte del maíz que necesita y así ahorrar divisas, estimular la economía rural y proteger la seguridad alimentaria frente a los impactos negativos que puedan provocar eventos globales como pandemias o guerras.
Sin embargo, producir maíz de manera competitiva ha sido el gran obstáculo al que se enfrenta la idea de la producción local ya que éste es un cultivo que requiere de siembra en grandes extensiones que puedan ser gestionadas con un alto nivel tecnológico utilizando semillas de calidad, adecuada fertilización y el uso de equipos y maquinarias que abaratan los costos de producción y mejoran la calidad de la cosecha.
Aún en Estados Unidos, el mayor productor de maíz del mundo, el número de granjas productoras de maíz ha venido declinando pero al mismo tiempo el tamaño de las mismas ha venido en aumento, lo que muestra un éxodo de pequeños y medianos productores que no han podido producir de manera competitiva. De hecho, el área promedio de las granjas productoras de maíz es de 446 acres (2,872 tareas) y el promedio de inversión en maquinarias y equipos es de 1.3 millones de dólares por cada granja. Esto nos debe dar una idea del nivel de competitividad de estos productores.
Esta es la principal razón por la que resulta tan cuesta arriba competir frente al maíz importado desde Estados Unidos donde, desde el año 1850, se ha establecido como el principal cultivo del país convirtiendo a Estados Unidos en el primer productor mundial del mismo alcanzando un volumen de 350 millones de toneladas métricas anuales equivalentes a la tercera parte de la producción mundial.
En Estados Unidos, el maíz es cultivado en 13 estados del medio oeste conocidos como el Corn Belt (Cinturón del Maíz) liderados por Iowa, Indiana, Nebraska, Minnesota, Illinois, Ohio, North Dakota, South Dakota, Wisconsin, Michigan, Kansas, Kentucky y Misouri. Estos estados plantan unos 96 millones de acres (38 millones 400 mil hectáreas) equivalentes a un territorio 8 veces el tamaño de la República Dominicana.
En las últimas tres décadas, el área sembrada se incrementó en alrededor de un 60% al pasar de 60.2 millones de acres en 1983 a los 96 millones que se plantan en la actualidad. Este extraordinario incremento se ha debido, principalmente, al uso de maíz para la producción de etanol ya que de la producción total, el etanol utiliza el 40%, la alimentación animal otro 40%, un 15% se dedica a la exportación y el restante 5% para otros usos industriales.
La producción por acre también ha mostrado un incremento sostenido ya que pasó de unos 140 bushels por acre en el 2000 a unos 175 hoy día (esto equivale a una producción de 15 quintales por tarea). Esta extraordinaria producción por acre mueve a pensar que este es un cultivo sumamente rentable. Sin embargo, para el 2023, el precio promedio de un bushel de maíz (un bushel son 56 libras) es de 4.80 dólares lo que representa ingresos brutos por acre de 840 dólares que frente a un costo por acre de 680 dólares deja una ganancia neta de 160 dólares por acre. Entonces es obvio que, ni en Estados Unidos, los pequeños y medianos productores no pueden sobrevivir cultivando maíz.
Como se puede observar, a pesar de ser el cultivo principal de Estados Unidos, el maíz no es el más rentable por lo que cuando se establecieron los subsidios agrícolas en el año 1933 a este cultivo se le asignó la mayor proporción de estos recursos, lo que ha permanecido invariable en el tiempo. De hecho, el maíz recibe alrededor de un 21% (4,450 millones de dólares anuales) de todos los subsidios agrícolas administrados por el Departamento de Agricultura; recibe, además, de los apoyos a la producción de biocombustibles administrados por el Departamento de Energía y de los apoyos medioambientales administrados por la Agencia de Protección Medioambiental. De hecho, se estima que el monto de los subsidios agregados que reciben los productores de maíz representa alrededor de un 40% del precio de venta.
Como se puede ver, el sistema de producción de maíz está basado en las economías de escala que generan las grandes extensiones, la adopción de avanzados paquetes tecnológicos y el uso de maquinarias y equipos que permiten alcanzar altos rendimientos y un producto de excelente calidad comercial. Claro, todo esto es posible gracias al impacto positivo que tienen los subsidios sobre su producción.
En conclusión, hoy día con el bushel de maíz a 4.80 dólares, este precio equivale a 8.57 dólares el quintal que, multiplicados por la tasa de 55 pesos por 1 dólar, equivale a un precio por quintal de 471.43 pesos. Añada costo de comisiones en bolsa, transporte y seguro y todavía no hay forma de que podamos competir. Sólo pensemos cuánto sería el costo de producir una libra de carne de pollo, de cerdo o de un huevo si utilizamos un maíz local que nos cueste el doble del importado.
Finalmente, para producir maíz de manera competitiva debemos tener una cultura de su producción comercial, una enorme inversión en equipos y maquinarias, suficientes terrenos irrigables que puedan producir la mitad de nuestras necesidades y enormes apoyos como los subsidios que reciben nuestros competidores. Son todos elementos necesarios pero de los cuales carecemos. En definitiva, nuestro sector no posee los elementos que se requieren para alcanzar la economía de escala que demanda la producción comercial competitiva de maíz.