Se me ocurrió, no se como, solicitarle a Dios un encuentro, quise hacerlo por whatsapp aclarando que por favor, me respondiera con un mensaje de voz, pero me arrepentí, pues, posiblemente, algún cristiano pudiera interceptar el contacto y de forma malintencionada con la IA, crear una barrera de comunicación digital, pero mucho menos por esas populares redes sociales de instagram o facebook , donde la afluencia de seudos expertos en dramas sociales, pudieran trazarle algunas pautas de comportamiento y de buenas a primeras, convertirse en máster del gran maestro.
Así fue como preferí remontarme a aquellos años donde la tecnología moderna despuntaba, y sin señales de humo, desde un teclado mecánico, le escribí esta preocupante misiva.
Don Dios la interpretación del evangelio hoy tiene un valor digital, tu lo sabes, antes la gente común le daba seguimiento a Jesús, quien por primera vez, con inspiración divina tomo el legitimo puesto de tu hijo y esparció por todo el medio oriente, hasta universalizarla, tu santa palabra. Enredada en parábolas predico con su evangelio, la igualad el amor entre los seres humanos el respeto por los derechos de cada quien y el deber de comprenderlo para vivir en confraternidad y dio los mejores resultados, dos mil y tantos años después le damos, tal vez, continuidad a estas enseñanzas.
¿Porque hoy en el mundo de la tecnología, interpretamos estas normativas integradoras tan individualiza?
Tu palabra es ya un contenido, no es para deliberarlo, sino, para recibir un «like» O uno que otro comentario que permita engrosar la lista de seguidores y monetizar.
Tus ejemplos reflejados en las predicas de tus apóstoles, se han convertido en palabras para adornar pie de pagina y vender a los influenser como los nuevos mesías o psicólogos virtuales al servicio de una sociedad, a todas luces, perdida emocionalmente.
No pretendo volvamos a la génesis, solo que ese germen de pureza, pudiera ser manejad en connivencia como un abono para alimentar ese sustento social que, radicalmente, nos ha hecho cambiar. De paso ese escenario espiritual de oración y reflexión, donde hemos hecho un simbólico ejercicio de encuentro íntimo contigo en templos, a la sombra de un árbol o en recóndito pastizal, nos gustaría que esta modernidad nos permitiera vivirlo en una gigante pantalla LED.