Mi hermano, amigo y compañero te fuiste sin avisar, sin decir nada a las personas que te amábamos y seguiremos amándote. Solo puedo decirte hasta pronto porque, a nueve días de tu partida, es tanta la tristeza que me embarga, que no tengo palabras para expresarlo. Sólo decirte que donde quiera que nuestro Dios te ubiques, debes sentir la satisfacción de que fuiste un verdadero amigo en las buenas y en las malas.
Aprendí de ti lo que es la lealtad de amigos, pero también lo que es la lealtad política porque me enseñaste que en política no importan los intereses y lo que te ofrezcan en el camino, sino que hay que ser leal siempre a los principios, sin importar que la persona a la que se ha sido fiel, te reconozca lo que ha sido y practicado. Porque lo importante es tu actuación, más en un medio podrido, embargado por la falsedad y donde los principios se pisotean sin tomar en cuenta a quien se dañe.
Para ti lo importante era ser leal a tus convicciones, gracias por enseñarme a ver las realidades, a distinguir la gente que hace política sin escrúpulos y aquella que hace política apegado a lo que es su doctrina, sin que importen los intereses individuales sino los de la colectividad; fuiste un maestro para mí en el camino político que he recorrido.
Te fuiste sin despedida, nos deja un gran vacío en el alma, pero te aseguro que siempre estará con las personas que te amamos y que te conocimos realmente como era, con tu sensibilidad humana, con tu desprendimiento, con tus decisiones analizadas sin caer en la bajeza humana; siempre será un líder para lo que conocimos realmente el político y el ser humano que fuiste, un ejemplo para los jóvenes que decidan estar en política, sana y de respeto.
Gracias Monchy por tantas enseñanzas en todo el tiempo que formé parte de tu equipo, que con tanta valentía mantenía con todos los que te fuimos fiel a tus decisiones. Nunca morirás porque siempre estará en nuestro recuerdo como el amigo, compañero y hermano de mil batallas.
Te amamos, Monchy.