Los grupos populares que han abusado de las convocatorias a huelgas en diferentes pueblos de la región del Cibao están quedando cada día más aislados y sus frecuentes llamados a paralizaciones empiezan a pasar desapercibidos.
Las últimas dos huelgas en el municipio de Esperanza y en zonas de Licey al Medio y la denominada «parte baja de Moca» han pasado «sin pena ni gloria» y han tenido que ser levantadas antes antes del tiempo por el que fueron convocadas.
Obligados por la fuerza y «el terror» a quedarse en sus casas, los residentes en los pueblos donde más huelgas se realizan han comenzado a responder con indiferencia y en la actualidad «hacen poco caso» a los constantes paros de actividades.
Esa indiferencia se extiende a las autoridades del gobierno que anteriormente enviaban comisiones a «negociar» con los llamados dirigentes populares, pero en los últimos tiempos han optado por «guardar silencio» frente a sus sucesivas protestas.
En pueblos donde los grupos populares tienen buena incidencia como Licey al Medio, Navarrete, Esperanza, Salcedo, Bonao, San Francisco de Macorís, entre otros, aparenta que la población «se cansó de las tantas huelgas».
En el caso del emblemático municipio de Licey al Medio son diversos los factores que han provocado una drástica disminución de los llamados a huelgas, incluyendo que muchos dirigentes populares se han alejado «poco a poco» de esos movimientos de protestas.
Víctor Bretón, por muchos años principal dirigente del FALPO en Licey al Medio y la región Norte, hoy luce distanciado de las convocatorias a paralizaciones de actividades y dedicado a ejercer su profesión de abogado y a sus labores en la UASD-Santiago.
La huelga que acaba de concluir en el municipio de Esperanza, en la provincia Valverde, terminó «como si no se hubiese llevado a cabo» porque ya ni siquiera los medios de comunicación se están interesando por dar cobertura a esas actividades de los grupos populares.
Un paro de labores convocado en Licey o en Navarrete provocaba una gran atención de la población, de las autoridades y de los medios de comunicación, pero ahora el impacto se ha reducido sustancialmente porque la respuesta es de indiferencia total.
A pesar de eso, todavía hoy los dirigentes populares insisten en realizar huelgas con incendios de neumáticos, destruyendo propiedades, lanzando basura y otros obstáculos a las calles, enfrentando a tiros a los agentes de la Policía y provocando terror en la población para que no salga de sus casas.
Hasta hace unos meses las autoridades acudían a conversar con los huelguistas y hasta se comprometían con solucionar parte de sus demandas, pero aparentemente han aprovechado el descrédito en que han caído esas frecuentes paralizaciones y han optado por el alejamiento y la indiferencia.
Son múltiples las sugerencias que se han hecho a los denominados dirigentes populares para que «cambien» su método de lucha para reclamar soluciones comunitarias, pero todavía hoy insisten en convocar a huelgas de manera sorpresiva y preferiblemente martes y miércoles.
Hoy la realidad irrebatible es que «el movimiento popular» luce debilitado, desarticulado, con baja credibilidad y sin el más mínimo respaldo de sus propias comunidades, pero aun así insisten en continuar fracasando con las sucesivas convocatorias a huelgas.