Soy un defensor de la prudencia y discreción con que ha asumido lo de la Senaduría de Santiago.
Asistí hace varios meses a la rueda de prensa donde anunció su decisión de ser candidato a senador por el PLD.
Vi a Marino Collante entusiasmado, optimista, motivado y con la firmeza que le caracteriza.
Todavía en esos días se observaban remotas las posibilidades de una alianza con la Fuerza del Pueblo (FP) y otros partidos.
Eran momentos de fuerte tirantez, enconadas diferencias, acusaciones y hasta descalificaciones.
Aún así, a partir de la derrota del 2020, en el PLD existe un influyente sector que estima que, para volver al poder, hay que sentarse a hablar con el expresidente Leonel Fernández.
Ese grupo, que incluye a varios de Santiago, ganó la batalla y hoy están sentados arribando a un pacto electoral.
Están en intensas y avanzadas conversaciones para que Víctor Fadul, del PLD, sea candidato a alcalde y Demóstenes Martínez, de FP, a senador.
En un escenario así, ¿qué debió hacer un político experimentado e inteligente como Marino Collante?
Recogerse sin dejar el proselitismo, colocarse ni muy cerca ni muy lejos y frenar gastos millonarios, de su dinero, que tiene previsto.
Los que conocen a Collante saben que, si tuviera oficialmente en sus manos la candidatura a senador, la realidad del PLD en la provincia fuera, hoy día, muy diferente.
Tiene todo listo para arrancar con su intensa campaña electoral, pero él debe saber que «lo están negociando».
Su silencio mediático es razonable y atinado.
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