Si se evalúa desapasionadamente, creo que Abel Martínez ha hecho una muy buena gestión en la Alcaldía de Santiago.
No como promueven sus allegados y beneficiados, pero ha sido una administración positiva.
Desde que llegó hace ocho años, impuso su autoridad y, un aplauso para él, cortó de raíz el grave problema de la corrupción.
Hay que decirlo sin tapujos, en transparencia las últimas administraciones municipales fueron un desastre.
En los primeros asomos de corrupción, Abel actuó sin contemplaciones, con manos de plomo y así está concluyendo su gestión como alcalde.
Sus notas más sobresalientes, sin embargo, las logró en limpieza, aunque en estos días observo un tímido descuido en ese aspecto.
Las luces superan radicalmente las sombras en las ejecutorias del alcalde de la Ciudad Corazón.
En sus ocho años de gestión nunca entré a su despacho y es ampliamente conocido que mantiene pésimas relaciones conmigo, lo que atribuyo a su falta de tolerancia frente a las críticas.
Empero, como periodista a carta cabal, valoro como muy positiva su gestión de ocho años como alcalde de Santiago.
Creo que puede irse con la frente en alto y la satisfacción del deber cumplido.