‘Bienvenido a Santo Domingo Este’ es el letrero que leo al cruzar en auto por el puente flotante desde el Distrito Nacional. ‘A nuestra izquierda está el aproche del viejo puente que llamaban Pajarito’, me dice mi hijo Alexis. Se conserva bajo un extremo del puente Duarte. Doblamos a la derecha. Junto a la ribera oriental del Ozama está el restaurante La Marina. Tiene montadas muchas mesas al exterior. En el río hay ancladas varias pequeñas embarcaciones. Proseguimos. A la izquierda, la Base Naval. Me pregunto cuándo van a trasladarla a Boca Chica. A unos metros, la Academia Naval. Luego, a la derecha, aunque no a ojos vista, el Club para Oficiales de la Armada con una playa pequeña. A corta distancia empieza el malecón recién inaugurado junto al mar. ‘Va a tener una pista de skateboard’, comenta mi hijo. Ante mis ojos se suceden pequeños edificios en cemento (los cuartos de baño), la oficina de la Policía Turística, caminos y explanadas. Nos detenemos frente a un área de picnic con mesas y bancos de concreto bajo pérgolas que apenas dan algo de sombra hacia uno que otro lado.
Nos acercamos al acuario. Está en remodelación, igual que el viejo malecón.
Ya en La Caleta distingo la estructura vacía del Museo Taíno. Me pregunto dónde estarán las piezas que exhibía. ¿Volverá algún día a funcionar? En el Parque Nacional Submarino La Caleta, en plan de remodelación, nos detenemos a la entrada. Está clausurada. Llega de inmediato un motorista. Su chaleco dice Malespin. Nos indica que hay un camino para entrar, pero tendremos que ir de reversa unos metros. Nos sirve de guía. Ya estacionados, señala a quienes se encuentran en este arbolado entorno: ‘Toda esa gente es de Medio Ambiente’. Da media vuelta y retorna a su puesto de trabajo. Un uniformado se acerca. Intercambia una salutación con Alexis y se queda rondando, mientras contemplo el tranquilo mar azul y la playita en la ensenada, donde sobre la arena reposan varios botes. Desde una roca, un chico se zambulle dando una voltereta. Al partir, vemos personas trabajando en paisajismo.
En la autopista damos la vuelta en la calle que conduce a la terminal de carga del aeropuerto. Cerca, en una gasolinera, funciona una Barra Payán. ‘¿Tienen café espresso descafeinado?’ La chica abre los ojos. ‘Es la primera vez que oye eso, ¿verdad?’ dice Alexis. Ella asiente. Me transo por un chocolate de máquina.