TUCSON. Prisionero de guerra torturado por sus captores en Vietnam, el senador y excandidato republicano a la Casa Blanca en 2008, John McCain, fue siempre visto como un político independiente y fiel a unos ideales que a menudo le enfrentaron con su partido y en los últimos meses con el presidente Donald Trump.
Fallecido este sábado en Sedona (Arizona), McCain era considerado un “héroe” de fuerte carácter y un tanto disidente, lo que lo llevó a tener problemas durante su época de estudiante en la base militar.
El senador por Arizona se definió a sí mismo como un “joven fuera de foco y rebelde”, al que casi expulsan en varias ocasiones de la academia militar, pero que fue capaz de transformar una vida que, reconoció, estuvo llena de “errores”, aunque al final trató de servir a su patria.
Este mismo carácter rebelde lo demostraría al oponerse a varios presidentes, especialmente a Trump por sus planes para revocar la reforma sanitaria del expresidente Barack Obama y la construcción de un muro fronterizo con México.
En entrevistas con Efe, McCain no dudó en ir en contra su partido y un presidente al que criticó en numerosas ocasiones al asegurar que la seguridad de la frontera dependería más del uso de tecnología que de un muro que Trump convirtió en eslogan de su campaña y mandato.
En un adelanto de su nuevo libro, las memorias políticas “The Restless Wave” (La ola inquieta), McCain reconocía que saber que no buscaría un séptimo mandato en el Senado le dio libertad para, sin temor de “consecuencias” electorales, manifestar su “mejor juicio”.
Este libro llegó después de que le diagnosticaran el año pasado que sufría un agresivo tumor cerebral que le alejó de la política.
Pero ya había hecho gala de esa independencia en el pasado al ir en contra de la mayoría de los líderes de su partido, como dejó bien claro al unirse en 2013 a un grupo bipartidista de ocho senadores que impulsó una reforma migratoria integral que nunca llegó a ser considerada en una Cámara baja controlada por los republicanos.
En otra muestra de integridad, durante un mitin de su campaña electoral de 2008, McCain tomó el camino más complicado al defender a su rival, el que sería a posteriori presidente, Barack Obama, de las duras críticas de uno de los asistentes al acto.
Ante los abucheos y silbidos de simpatizantes republicanos que asistieron al evento, McCain fue rotundo al decir que admiraba y respetaba a Obama y sus logros.
Pocos meses después, pronunció un poderoso discurso de reconocimiento de la derrota electoral que fue más allá de las protocolarias palabras que se suelen escuchar en estos casos y aseguró que Obama había conseguido un “gran logro para él mismo y para su país”.
Nacido el 29 de agosto de 1936 en una base militar en el Canal de Panamá, cuando aún se encontraba bajo el control estadounidense, McCain siguió los pasos de su padre y de su abuelo y se alistó en las fuerzas navales.
Una de las pruebas más duras y que marcaría para siempre su vida comenzó el 26 de octubre de 1967 cuando tenía 31 años de edad. Su avión fue derribado sobre Hanoi y fue prisionero de guerra cinco años y medio en Vietnam, donde fue sometido a fuertes torturas físicas y mentales.
Por su servicio militar recibió múltiples reconocimientos, incluyendo el corazón púrpura, y tras regresar a la vida civil en 1981 se mudó a Arizona, donde inició su carrera política.
Un año más tarde fue elegido por primera vez como congresista y en 1986 se presentó como candidato al Senado federal, donde siempre trabajó en favor de los derechos de los veteranos de guerra y, gracias a sus esfuerzos, en 1995 Estados Unidos y Vietnam normalizaron sus relaciones diplomáticas.
Como senador se ganó rápidamente la reputación de rebelde y su opinión siempre era reconocida cuando se debatían asuntos de política internacional y defensa nacional, como cuando apoyó que se publicase un informe de la CIA sobre torturas.
Porque, tal y como dijo en una entrevista al programa “The View”, de la cadena ABC, cuando le preguntaron por cómo le gustaría que la gente lo recordara, McCain tenía claro que su prioridad era ser visto como un hombre “que sirvió a su patria”.