Por: Luis Córdova
Volvemos a clases con nuestros hijos tras mascarillas y con la encomienda a Dios de que los salve de contagios.
El año lectivo debe continuar y no hay otra posibilidad, viable, que la modalidad presencial. Lo saben los maestros, los estudiantes y los padres: lo del año pasado sencillamente no debió ser.
En la infancia no hay noción del tiempo.
En la juventud se aprecia como algo inagotable, se entiende que siempre habrá más días para recomenzar o para emprender.
En la adultez, cuando se es maduro, un mes, un año, un día está cifrado por los compromisos, las esperanzas o la conjugación de ambas.
En política: el calendario tiene otras urgencias. Lo sabe el Ministerio y los de ADP.
A veces, leyendo los diarios, tengo la impresión de estar infectado con el virus de la ingenuidad.