Todo el aire, desde los desiertos áridos hasta las ciudades húmedas, contienen vapor de agua.
Según se estima, en todo el planeta, el aire húmedo contiene 12.900 kilómetros cúbicos de agua, una cifra superior a los 11.600 kilómetros cúbicos que conforman el cauce del Lago Superior, el más grande de América del Norte, y que los 2.700 kilómetros cúbicos del Lago Victoria, el más grande de África.
Pero no estamos hablando de nubes, sino de la humedad del aire que respiramos, que reaparece como las gotas de agua que suda una lata de refresco frío o el rocío de la mañana sobre el césped.
Existe en la actualidad una carrera tecnológica por cosecharla como agua apta para beber. Si los dispositivos emergentes de «agua del aire» (WFA por sus siglas en inglés) lo consiguen, eso sería un gran avance en el camino para resolver los problemas mundiales de agua dulce.
Para 2025, se estima que dos tercios de la población mundial (que crece rápidamente) vivirá en condiciones de grave estrés hídrico.
Ya hay 2.100 millones de personas que viven sin agua potable. A los más pobres del mundo se les está cobrando de más por agua que saben que es insegura, pero no tienen más opción que bebérsela.
El agua contaminada causa medio millón de muertes por diarrea cada año. Mientras tanto, en los países más ricos (donde se consume más agua que en los pobres debido a la agricultura intensiva y la industria) el agua de los acuíferos subterráneos y cuencas está mermando a un ritmo mayor que el de reposición.
A esto se suma una cuestión de confianza, ya que los ciudadanos dudan de la calidad del agua que las autoridades les dicen que es segura.
En la ciudad de Flint, en Estados Unidos, se han detectado materiales radiactivos, arsénico y plomo en el agua de caño. Los consumidores de clase media están recurriendo al agua embotellada.
El mercado de agua embotellada ha crecido un 10% cada año desde 2013,
llegando a 391.000 millones de litros vendidos en 2017 (eso es más que 150.000 piscinas olímpicas).
Una fuente alternativa viable de agua dulce es desesperadamente necesaria para reducir enfermedades y pobreza y a la vez muy atractiva para los consumidores.
Hay varias compañías que, sin embargo, están adaptando la tecnología deshumidificadora para obtener agua potable.
Esta cosecha de rocío, sin embargo, necesita que haya una humedad muy alta y niebla.
Wahlgren señala que esta técnica (también conocida como enfriamiento radiativo) solo puede aplicarse en «sitios específicos… solo hay un número determinado de lugares en la Tierra en los que puede funcionar».
Para estos lugares limitados, el enfoque de Warka es admirable: es fácil de mantener usando las mismas capacidades y materiales que se usaron para instalarlo. Vittori espera que los artesanos locales construyan más dispositivos de estos en los pueblos de los alrededores sin necesidad de que él participe.
Pero si el objetivo final es dar servicio a las 2.100 millones de personas que no tienen acceso a agua potable, entonces las Torres Warka nunca serán la solución por sí solas.
Una más grande, de 25 metros, costaría US$30.000 y abastecería a cerca de 250 personas (aunque, claramente, implicaría un cambio significante en el paisaje).
En las noches más secas, la torre no abastece de agua al tanque que lleva debajo. Refrigerantes y desecantes, mientras tanto, pueden extraer constantemente agua a un volumen mucho mayor: puede que no sea con energía cero, pero soluciones solares como Zero Mass Water pueden resultar energéticamente neutrales y alternativas a la red central.
Podrían ser grandes abastecedores de agua en un futuro cercano.
Puede que muchas más innovaciones estén por venir. La competencia internacional de innovación XPRIZE, que en años anteriores giró en torno a la inteligencia artificial y los vuelos espaciales, ofrece en la actualidad US$1,75 millones por la mejor nueva invención para «extraer agua dulce del aire».
Incluso hay sugerencias de que los WFA puedan ser hechos del tamaño de una planta de desalinización o una granja solar.
Pero, ¿tener campos llenos de WFA puede tener desventajas? ¿Podrían afectar las lluvias locales y la formación de nubes?
Desde Arizona, Friesen se ríe. Incluso si cada persona tuviera un WFA, dice, este no usaría todo el vapor de agua que viene del humo del tráfico, «así que no tenemos el problema ni siquiera de acercarnos a tener un impacto en los sistemas climáticos«.
Tal vez los refrigeradores renovados, las esponjas químicas y las torres gigantes de bambú recogiendo agua del aire puedan parecernos raras ahora. Pero nuestro sistema actual de agua terrestre está fallando y necesitamos nuevas soluciones.
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