Los medios de comunicación no solo se han «democratizado» con la irrupción del internet que permite a muchos transmitir sus programas a través de YouTube, sino que también propiciaron el nacimiento, desde hace unos años, de nuevas plataformas de emisión de contenidos que usted, desde su celular, puede escuchar y ver con tan solo acceder a esa aplicación.
Los programas que se cuelgan en YouTube, quedan ahí retenidos para el consumo masivo, sin tapujos ni filtros. Sus productores decidieron colocar cámaras de vídeo en las cabinas radiales, grabar, cuantificar económicamente y calificar con «likes» (me gusta) la incidencia de algunos de éstos circos mediáticos.
Esa es la locura colectiva de hoy a nivel global: dinero por vistas y el dedo hacia arriba.
En realidad, da cierto pavor abrir YouTube y observar el despliegue de «programas radiales» de baja ralea, de contenidos enfermizos y personas mal llamadas «comunicadores» o autoproclamados por ellos mismos, sin un ápice de cultura, dicción, vocalización y mucho menos, de comportamiento.
Tampoco se trata de jugar al puritanismo sino más bien a las formas. El decoro, respeto y profesionalismo que se debería tener cuando se habla de «comunicar» se pierde bajo el paraguas de la democracia mal utilizada que brinda la tecnología en manos inescrupulosas. De usted depende elegir o seguir lo que sus sentidos necesitan.
Los tiempos cambiaron, es así, pero la calidad no pasa de moda.