Desde que se ejecutó el asesinato del abogado Basilio Guzmán, era fácil advertir las dificultades para aclarar ese estremecedor crímen.
Acaba de cumplirse siete meses de la conmovedora muerte del locuaz, sagaz, intenso e inteligente profesional del Derecho.
Nunca me he sumado a las críticas alegres al Ministerio Público y a la Policía por la supuesta tardanza para a aclarar ese caso.
Ciertamente, fue una ligereza del director de la Policía cuando vino a Santiago inmediatamente se produjo el crimen y reveló que las investigaciones estaban muy avanzadas.
Basilio Guzmán fue asesinado frente a su casa en la urbanización Cerros de Gurabo, un exclusivo sector con sus calles y residencias llenas de cámaras de seguridad.
Sin embargo, para cualquier persona medianamente inteligente y con experiencia, era fácil advertir que se trató de un asesinato ejecutado por sicarios y rigurosamente planificado.
Hoy día, si se reflexiona con calma y serenidad, se debe admitir que fue un crimen preparado meticulosamente, con inteligencia y tomándose el tiempo y el lugar adecuado para su ejecución.
No creo que ese asesinato haya quedado impune, sino que la exquisita inteligencia con que fue planificado y ejecutado ha hecho difícil aclararlo.