En estos días no estoy perdiendo mi tiempo leyendo el contenido de cartas del festival de renuncias de dirigentes políticos.
No vale la pena. Hace semanas me di cuenta del show, que se repite una y otra vez. La falta de originalidad es sencillamente asombrosa.
Sin importar de qué partido renuncian, es la misma cantaleta. El guion no varía y no hay el más mínimo esfuerzo por escribir una comunicación con argumentos creíbles.
La dimisión es irrevocable, se sienten irrespetados, los desconsideraron, el partido se desvió, la decisión es dolorosa, están agradecidos y se van sin resentimientos contra nadie.
Cuando me llega una carta de renuncia, únicamente leo el nombre del dimitente y el partido, pues hace días dejé de interesarme por ese relajo.
Como van las cosas, el descrédito acerca cada día más el colapso del sistema de partidos. Lastimoso lo que está ocurriendo.